Ha llegado el frío. El viento cruje entre los huesos, las lluvias retorcidas han liquidado en una mañana mis dos paraguas, la niebla en gotas y sin dosificador. ¡Qué alegría! Tropiezo con las hojas de las catalpas en las aceras, los arboles de la plaza de España arden a la luz de las farolas. Las hojas de los olmos del paseo se tuestan vuelta y vuelta. La escarcha amarillea al sol. El alumbrado navideño ondea entre las fachadas de la calle Meléndez, sobre los carriles de la avenida de Portugal, y los arbolitos plateados del escaparate de Casa no llegarán a Navidad.
Es extraño sentir los árboles estrechando las penúltimas hojas airadas y las luces de estrellas en las calles y las hojas que ocultan tus pasos. Ya no sé si es 24 de diciembre o 10 de noviembre.
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