25.11.09

¿blanco o negro?

Al fin he logrado sentarme delante del portátil casero más de media hora, sin prisas, con toda la tarde y la noche por delante. Contenta por haber atizado unas cuantas patadas a las hojas desparramadas por las aceras -pasatiempo otoñal favorito que entretiene mis idas y venidas diarias-.

El azar televisivo me alegra la tarde del sábado con Gilda. Tumbada en el sofá sin parpadear, trato de grabar en la memoria un sinfín de diálogos sin desperdicio: "La odiaba tanto que no podía quitármela del pensamiento. Estaba en el aire que respiraba, en la comida que tomaba" nos confiesa Johnny Farrell, "Te odio de tal modo que buscaría mi perdición para destruirte conmigo" le larga Gilda a Johnny.

Espero impaciente que Miss Rita cante sus hits. De blanco con la barriguita al aire, el siempe nostálgico Amado mío con un bailecito sin desperdicio. De satén negro y escote palabra de honor luciendo hombros y medio brazo -eso sí siempre con larguísima abertura para exhibir piernas de infarto- el escandaloso Put the blame on mame con el streptease del guante. Esa imagen de Gilda con los brazos en cruz, lazada enorme ajustada en la citura y guantes largos merece un lugar en "Las lágrimas de Eros" -la
exposición del Thyssen que recorre los mitos eróticos basándose en el libro de Bataille-. ¡Qué sexy, por dios! Y han pasado más de sesenta añitos. Lo peor, no sé por cuál decidirme: ¿blanco o negro?

15.11.09

volando voy

Pasan de las doce y media. Es viernes pero apenas circulan coches, los peatones caminan deprisa. El viento sopla con fuerza en la avenida y las hojas de las catalpas se arremolinan en el chaflán de la esquina. Parece que han abierto las puertas y el ventarrón de la llanura se cuela sin avisar. Las hojas de arces y plátanos se agitan y ondean entre las banderas de plaza de España.

Este césped raquítico y cursi de los jardines de Torres Villarroel se ha cubierto de hojas tostadas y amarillentas de los castaños de indias y las catalpas. Un ráfaga las mece, se revuelven en su lecho y caen dormidas. Otra las zarandea a un lado y otro, y varias despistadas acaban debajo de un BMW blanco. Vuelve otro airón nocturno, húmedo torbellino, una nube de catalpas corre sin mirar atrás, los cielos luminosos de las farolas las esperan. Me gusta este otoño ventoso.

6.11.09

¿dónde habita el olvido?

Chocamos al doblar la esquina. Yo voy deprisa con paso de frío y voz encogida, revolviendo en el bolso en busca del móvil que no paraba de sonar. Él también iba deprisa con un paraguas negro tamaño familiar. Enseguida me reconoce. "Hola. Caramba, qué casualidad. ¿Qué es de tu vida? Tantos años sin vernos, ni que viviésemos en ciudades diferentes. ¿Dónde te metes? No te veo por ningún lado. No me digas que no sales. No me lo creo. Ya, ya te tenía yo ganas de pillarte...", dice también deprisa, mientras me observa sin pestañear de los zapatos a las arruguillas de la frente, hasta llegar al fondo de las entretelas. Casi ni puedo respirar después del chaparrón verbal. "Y eso que esto es pequeño..." contesto con mi mejor sonrisa de tarde de ya es jueves a pesar de la lluvia, siento los rayos gamma de sus ojazos azules que me traspasan. Ahora suena su móvil. "Perdona. Es un momento", dice. Aprovecho para largarme con un adiós en la mano. En realidad lo conozco pero no sé de qué, ni cómo, ni cuándo. No nos hemos olvidado.

3.11.09

"porque el tiempo duele al pasar. Si pudiera decirte que eras tú: eres tú todavía: tu rostro mirándome sin entender. Si pudiera decirte todo cuanto escondía. Yo sin dejar que mis dedos fuesen delicados y atravesasen el aire para tocar las líneas de tu rostro: la piel del rostro que te contiene. Yo, culpable. Tú, delicada, mirándome sin entender. Yo: tú. Si pudiera contarte toda la pena que escondía, y la ternura, la lástima. Si pudiera contarte que en todo: en nostros: el tiempo."

Cementerio de pianos. José Luís Peixoto.