17.2.11

viena



Varsovia.


Visité Varsovia a principios de 1963. No conocía a nadie en la ciudad. La primera noche asistí por azar a un teatro cercano a mi hotel. Sin entender una sola palabra quedé deslumbrado. Al volver al hotel me perturbó la semejanza con mi abuela que advertí en una empleada de la recepción, una anciana. No sólo su rostro, sino también sus gestos, su manera de llevarse el cigarrillo a los labios y exhalar el humo me parecieron idénticos. Fue casi una alucionación. Me obligué a creer que era efecto de la excitación teatral y subí a mi cuatro.

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La escritura, muy a menudo, y todo autor lo sabe aun sin proponérselo, rescata zonas pocos visitadas, limpia los lugares deseados de la conciencia, lleva aire a las zonas sofocadas, revitaliza todo lo que ha empezado a marchitarse, pone en movimiento reflejos que uno creía ya extinguidos.

El mago de Viena.
Sergio Pitol.

12.2.11

pan con poesía

Me despierto sola en la vieja buhardilla. S. sube con dos croissants envueltos en una bolsa blanca con dos bandas anchas color naraja descremado y una inscripción: “pan con poesía”. Los deja sobre la mesa. Los coloco sobre el plato de porcelana a lado de las manzanas. En la bolsa este poema de María do Carme Kruckenberg.

“Todo o que me doe esta ao pé da escaleira.

Ninguén quere subila.

Tampouco ninguén

quere baixala.

E alí queda inservíbel

como adorno da paisaxe.

A beldade da mazá

morre na herba.”

Me asomo a la ventana. El sol dormilón se arrastra por las escaleras de la plaza de Platerías. Los brazos de S. rodean mi cintura, su pecho escala mi espalda y sus besos bajan por mi cuello. Los pequeños helechos y el musgo sobre las tejas me recuerdan que no he venido para quedarme.

4.2.11

el amor y las setas


"Si uno pudiera distinguir el verdadero amor del falso, como uno distingue las setas buenas de las malas. Con las setas es muy sencillo: se salan bien, se guardan y se espera con paciencia. Pero en amor, en cuanto uno ha descubierto algo que se le parece lejanamente, está seguro, no sólo de que es un ejemplar auténtico, sino de que quizás es la única seta que aún quedaba por coger. Y se necesitan un número espantoso de setas malas, para convencernos de que la vida no es toda un hongo interminable."

1917, Diario. Katherine Mansfield.