25.4.12

claveles rojos, viento y arena

 








Los vientos de Petra han enroscado las sábanas tendidas y revuelven el café sin cucharilla. Una canción tantos años después estremece las tostadas bañadas en mermelada de higos. Grandola, vila morena, terra da fraternidade. Dos claveles vuelan azorados sin rumbo por las calles entre la nube de arena que ha madrugado por la ciclogenésis explosiva. Dentro de ti, ó cidade. Para desayunar, hace unos 84000 años, los neandertales que acampaban a orillas del Jarama, se zamparon un mamut, ajenos ambos a su cercana extinción. Se ha hecho tarde para desayunar. El cartero siempre llama dos veces antes de darse la vuelta y desaparecer, nos trae una carta amiga. Em cada esquina um amigo.


Jurei ter por companheira


Grândola a tua vontade.

20.4.12

recortes, medidas y Mogambo


Tenemos el país hecho una piltrafilla: los jubilados mosqueados por pagar los medicamentos, los universitarios por la subida de las tasas, los profesores por el aumento de horas lectivas, los españolistas sulfurados con la expropiación de YPF, miss Aguirre insumisa por no poder contratar profesores nativos, los griposos por pagar un 10% más las medicinas, los parados inquietos porque se les acaba la prestación, los funcionarios al minuto contando las horas, los médicos sin el sobresueldo de las horas extras por las intervenciones vespertinas, los sindicatos airados por la reforma laboral.  Los mass media cada uno con su tema. El Mundo aireando a cada paso las novedades de Sir Urdangarín: cuentas en Suiza, requetemillones manejados a lo loco, en un día ventoso y lúcido Raúl del Pozo titula Mogambo al affaire real en Botsuana con princesa austríaca incluida.  El País cargando las tintas en el desmantelamiento del estado del bienestar.  Y Misombra duerme bajo el cobertor republicano, susurra el himno de Riego a modo de nana dormilona, dice que Alemania gana la guerra sin disparar ni un solo tiro, y ha colgado una pancarta en el balcón con el último chiste de El Roto.


17.4.12

e la nave va



ya estoy harta de ver todos los días la p... mantilla, por dios que empacho.


Necesito esta canción para cambiar de rumbo.






4.4.12

el secreto está en la faja

Estoy pero no… estoy. Si es que no gano para sustos publicitarios. Me tropiezo literalmente con el anuncio gigante de AVET en la avenida de Portugal, frente a la sucursal del Banco del señor Botín: una rubia desmelenada me mira fijamente embutida en una faja negra que le llega al sostén. ¡Ha vuelto la faja! Un hilillo, solamente un frágil e insinuante hilillo de piel entre el borde de la faja y el sujetador. Del susto he pisado el freno tan a fondo que mi cochecito se ha clavado y un Megane resuelto casi me trasquila el trasero. ¡Y yo sin faja! Es negra, despampanante, comprime grasas de hierro en guante de terciopelo, estiliza la densidad de los años o las pasadas por el frigorífico, ni un michelín al descubierto, el sueño de las walkirias. Mi tía, la moderna, se pasó los sesenta quemando fajas en las calles de Londres, abandonar la faja fue la revolución de su generación, como el sufragio femenino lo fue en la de mi abuelita, y ahora volvemos a las andadas, a la faja de lycra o politnoséqué con el touch glamuroso del negro para que no se diga. Y si ligas una noche de sopetón ¿qué haces, vas al baño a quitarte la faja o no ligas? Porque en los años de mi abuelita no se ligaba de repente…
Unas horas más tarde, todavía con la cabeza bullendo a preguntas, leo que Sara Blakely, una americana tan rubia como la del anuncio de AVET, es la millonaria número 1.153 de la lista Forbes —¡a sus 41 años!— gracias a su ¡faja!!! —conocida como el “secreto de la alfombra roja”—. Su empresa Spanx de ropa interior reductora, o sea fajas de todos los tipos y colores, desde la rodilla a los hombros, que mantienen a raya los michelines, la ha llevado a la cumbre en sólo 10 años.
Será el momento de recuperar el camisón monja. ¿Llegaré a la lista Forbes con la nueva versión de la túnica sagrada?