28.7.05

lluvia

Llevo aquí cuatro días, pero tengo la sensación de que han pasado meses. El domingo tenía las trazas de final de verano y las nubes cargadas de nostalgia. El lunes llovía y el martes arroyaba: el frío me llevó a la lana y a la humedad del otoño mortecino de los días cortos; pero el miércoles, el miércoles era pleno invierno, el estruendo de la lluvia me despertó de madrugada y el viento me calzó las botas y cerró el abrigo. Y hoy, 28 de julio, es un jueves de un marzo ventoso y traicionero, que repleto de “idus” se ha instalado en la ría. ¿Vendrá pronto la primavera? Misombra se ha evaporado entre brumas y nubes ennegrecidas.
Entre chaparrón y chaparrón saqueo la hemeroteca de mi madre, de tal botín destaco:
-Toda actriz que se precie de finísima y elegantísima viste de Prada.
- Los Borbones contagian todo lo que tocan: Letizia de España cada vez más sosicursi, y Marichalar calza zapatos Luis XIV para la gala del Deporte.
- No me aclaro con la separación de Concha Queasco, ni con los affaires de Carmen Sevilla, ni con el lesbianismo de no sé cuántas folklóricas.

23.7.05

Galias

Ahora Lapetarda dice que no, que no se viene al fresco de las Galias, que aquí hay muchos guiris, que aún le quedan por conocer dos contactos del meetic —el último de Ávila, un descubrimiento—, y allí no se le pierde nada.

Misombra me guiña un ojo, sacude el martini, y le contesta:

—Pues aquí te quedas, guapa, a ver si te pilla de uno de estos reventones y puedes darte unos bañitos playeros.

Nosotras sacudimos la pereza, planchamos el bikini y limpiamos el polvo al montecristi dispuestas a comernos 400.000 metros de asfalto en una mañanita soleada de domingo.

18.7.05

una de romanos


Al fin hemos logrado recomponer a Misombra que congelada en su terquedad no salió del “réfrigérateur” ni para ver a Henri Salvador.
Nuestro trabajo nos costó, toda la mañana del domingo a golpes con el cincel destripando los cascotes helados de su corazón. Y menos mal que S sacó el piolet de la maleta y con precisión agrietó el cascarón helado de proa para que nuestra bruja asomase la cabeza entre carámbanos y estalactitas. La escurrimos bien y la tendimos al sol en la baca del citröen antes de que la tiritona la matase. Entre el airecillo y los rayitos cuando llegamos a Almenara de Adaja había recuperado el brillo en su mirar de sombra y el colorcito en las mejillas. Devoró y masticó con lentitud todas las explicaciones del Museo de las Villas Romanas, escuchó a Ovidio en el peristilo, se bañó en las termas, cenó cordero con garum y dátiles con miel en el triclinium, y alegró la larga tertulia con canciones para sus amigos y nos enseñó que:
“Los honestiores desarrollaron en sus palacios rurales una vida que tenía en el ocio una de sus claves. Ocio no entendido como inactividad, sino como tranquilo y pausado cultivo de las virtudes personales y los placeres como la literatura, la buena mesa, la amistad o la caza.”

13.7.05

visitas

La pequeña lolita se ha marchado pero ha llegado mi amigo S para el dancing de los Thievery Corporation —mucho ruido y pocas nueces y más de sitar como los TGU—, así que hemos pasado del jolgorio coquetón a la jauría gay-marujil. Entre medias Henri Salvador nos sumergió en un show de los cincuenta con telón de terciopelo, bromas, bailes, gags, simpatía y paroles; los del Teatre Lliure llenaron de tiros un bar kitsch repleto de Eduardos, Ricardos, nobles y Lady Anne.
Conclusiones sobre la actualidad teatral después de estas veladas:
Está de moda cantar “Ne me quitte pas” en el escenario, introducir flashes de absurdo en mayores o menores dosis y numeritos de cante y baile.

9.7.05

fin de semana


La pequeña lolita amenaza con venir. Bueno, exactamente, en cualquier momento sacude el timbrazo. Con la disculpa de vernos a su cuasi-novio-anguila, a nosotras y a Charlie Haden pisa charrilandia una vez más.

Lapetarda no deja de jalear, correr por los pasillos y probarse trapos.
—¡Qué corran los tragos, tiemblen las piedras y brinquen las aceras! —canta ensimismada ante el espejo con ojos de pulga saltarina tratando de decidir qué zapatos con qué trapito.

Misombra se ha calzado los morros de invierno, y con boina y guantes se encierra en el congelador.
—¡No pienso salir hasta que la lolita se largue, y pásame la radio que el domingo quiero escuchar el mundo babel de tu querido JP Silvestre —me chilla a la cara con aliento de cubito-melocotón-helado.
—¡Pero niña!..., vas a perderte el concierto de Henri Salvador con lo que te costó birlarle las invitaciones al gabacho —le largo despacito conteniéndome para no ahogarla—. ¡Mujer!, con lo bien que te lo pasaste en el concierto de Joe Bataan bailando la conga...
—Bueno, no sé..., pero la lolita no viene con mis invitaciones, que se lo pague si puede... Y esa petarda que deje de cantar “Le fou de la reine” que desafina.

La estrujo de un bufido con ganas de sepultarla en el congelador, y la dejo tendida entre un paquete de espinacas y una tarrina de helado de castañas. ¡Brrr...!

6.7.05

el cometa

Esta mañana encuentro a Misombra hecha un ovillo debajo del fregadero con los dientes castañeando y una de víveres como para resistir un asedio troyano.

—Han lanzado un misil para romper un cometa en medio del universo. ¡Terrible, terrible! ¿Y ahora qué va a pasar? —gimotea.

—Mujer, no será para tanto... Además acaban de decir en la radio que han acertado en el núcleo del meteorito y hay resquicios de agua.

—¡Cierra, cierra! Peor, eso es lo peor, agua, escondía agua. Sabe Dios que engendro han dejado escapar... Unos atrevidos y soberbios. ¿Y dónde habrá ido todos esos trozos?... ¿Tú que te crees? No es una piedra cualquiera.

>>>Los cometas como la Caja de Pandora nunca deben abrirse —sentencia con voz temblorosa y ojos asustados del que espera sin remedio la guerra de los mundos.

Su pánico me llega lejano, confundido, entre legañas y bostezos; como todas las mañanas, aún a medio despertar a pesar de las horas y la claridad, me atizo mi dosis de páramo camino del pueblito. Hasta hace apenas dos semanas, mi estepa con cuatro encinas y poco más era verde rabiosa, el trigo verde agitaba sus plumas entre remiendos de arcilla, un mar verde resplandeciente con lunares de amapolas rojas, pero esta mañana toda la llanura es ocre y pajiza, cuajada de trigos requemados y aire con sabor a desierto. Tan sólo sábanas verdes tendidas al sol hiladas con girasol y remolacha.

—¿Crecerán los girasoles? —me pregunto. El pánico abre surcos entre el trigo afeitado, y planta las dudas del cometa.