30.11.05

rita en la montaña turca

Como con mi amiga Rita una ensalada más bien sosa en el delicioso patio del Delicatessen —lo qué casi me cuesta una gripe—- y me cuenta su calamitosa expedición veraniega a Turquía. Tal viaje turístico consistió en unas seis jornadas de senderismo por los montes de la Capadocia, cargando con la mochilita y durmiendo de acampada, aparte de los días de estancia en Estambul y en otra delicia turca. Cómo viajaba con su amiga belga, que contrató el viaje con una agencia francesa, rápidamente imaginé una estupenda excursión de europeos fashion y alternativos.

—¡Huy!, trekking y con guiris, genial, todo chicos guapos. ¿Habrás ligado un montón? —le pregunto ansiando conocer los pormenores de sus aventuras con algún holandés errante (los guiris: mi debilidad, lo reconozco).

Silencio y vuelta al rizo negro que acolcha su mirada perdida. En su clásico binomio inferencia-deducción de científica, mi amiga pensó que tenía todas las variables en la mano, y que no sé cuántos días de caminata en plena naturaleza bien valdrían alguna bonita historia de amor en la que refugiarse durante el mohoso invierno de su ciudad. Pero, una vez más, resultó la profecía que se cumple así misma, y en el grupo tan sólo dos hombres: un francés –con novia presente, por supuesto- y el guía, que para colmo era un turco borde y misógino. Sí, un montón de guapas europeas de senderismo por la Capadocia.

—Bueno, el francés era encantador y, como el guía era tan borde produjo un efecto rebote y se estableció una especial comunicación, más solidaridad entre nosotras. ¡Uff!, después de aquellas jornadas tan largas... Y el paisaje, maravilloso, sin rastro de civilización. —Y con sus manos de sabia delgada se explaya en desenvolver las bondades y bellezas del paisaje, en la maravillosa experiencia de la dureza del camino, de luchar con tus límites para seguir y no quedar atrás, en las heridas y los dolores, en el esfuerzo y el cansancio.

—Sí, contado así hasta es atrayente —le digo con estos ojos compasivos que Misombra me presta para las ocasiones—. No sé chica pensé que estos europeos serían diferentes. En mi clase de inglés sólo hay chicas, una ruina. Aunque, ya sabes, esto son las provincias. Pero ya veo..., si es turismo de aventura porque es eso, y si es el inglés porque es estudiar. No sé... ¿Qué hacen? ¿Dónde se meten?

27.11.05

sábado

Variación

En el remanso del aire
bajo la rama del eco.

El remanso del agua
bajo fronda de luceros.

El remanso de tu boca
bajo espesura de besos.


Federico García Lorca: Primeras canciones. 1922

24.11.05

los días


El sol helado de la mañana araña la mirada reseca por los sueños olvidados.

Las horas liquidan su registro entre liquidez inmediata, usuarios, registro, prudencia contable, provisión de fondos, gestión continuada, servicios, memoria, anualidad, imagen fiel, ajustes, ejercicio, herramienta, periodificación, valor residual, operaciones, diferidos, reclasificación temporal, desviaciones, inmovilizado, demérito, corto plazo, valores, insolvencias, devengo, plan, precio de adquisición, financiación afectada, operativa, liquidez inmediata, provisiones, valor venal, imputación de la transacción, solvencia, endeudamiento, saldos, anticipos, indicadores, caja, esfuerzo inversor, gasto diferido, provisiones, regularización y cierre.

La noche cancela el saldo amapola de tus ojos.

20.11.05

20 noviembre

¿Desde cuándo le ha dado al PP charro por los asuntos exteriores?
¿A qué viene esta desmedida afición de los gerifaltes provinciales del PP por los viajes a Argentina? Financiación partidista, ¿tal vez, donativos anónimos? No hace un mes la señora Presidenta de la Diputación con séquito y viandas disfrutó de un viajecillo por la tierra de los “ches”, y ayer mismo mi Lanzarote ha regresado de su viaje hecho de un “porteño” de pro, experto en tango y bandoneón. Cualquier día de estos contesta en el pleno las preguntas del sosín de Fernando Pablos con aquello de “Tomo y obligo...”, y si no al tiempo...

Claro que las vueltas a la realidad son duras, y recién llega mi Lanzarote se encuentra con que le han vuelto a ilustrar en rojo el medallón que el Caudillo tiene en la plaza Mayor. Él que tan limpito y lustroso lo había dejado para la Cumbre Iberoamericana y ¡zas! , una vez más, botecito de pintura al canto. Si es que son unos vándalos...., precisamente ahora que se cumplen los treinta años de su muerte, se lo tienen que embadurnar con saña. Con lo adecuado del medallón en esta plaza Mayor, testigo de las arengas del de Ferrol a los capitalinos una vez instalado su cuartel general en el Palacio del Obispo frente a la Catedral nueva –siempre con tutela de los cielos, el general-, y muy cerca del paraninfo de la Universidad donde el general Millán Astray —un bohemio del patriotismo— interrumpió el discurso del rector Unamuno con su agraciado grito de guerra: “¡Muera la inteligencia!”

16.11.05

cristina


Desde mi camita he visto caer la nieve temprana hecha migas desmenuzadas, y he pensado: “¡Oh, esto es el paraíso!”, hasta que el nubarrón negro de la memoria ha colado su recuerdo entre mis ensoñaciones y me ha mantenido en vilo el resto del domingo.

Ahora, ya cerca de desvelar el asfixiante misterio, nerviosa y apresurada cruzo la plaza de España. La banderola patria agita los gualdas al ventarrón del atardecer lluvioso.

—¿Habrá resistido? Tal vez un mal golpe se lo ha llevado por los aires.

Mi curiosidad enciende los pies ágiles, y abre la espita a las dudas torbellino que envueltas y revueltas quiebran mis manos heladas.

—¿Seguirá allí? Las últimas ventiscas lo habrán arrancado, seguro. No creo que haya aguantado las pesadas lluvias, ni la nevada otoñal. Es frágil… —pienso en un ir y venir de voces y pasos acelerados.

Los pensamientos blancos y morados de la medianera de la avenida de Mirat aúllan con grito de pétalo helado: “No está, no está…, ha volado…”. Temerosa y agitada doblo la esquina de Pérez Oliva, camino atropellada calle arriba. Sonrío, busco con la mirada impaciente. Imposible distinguir desde aquí. No puedo ver claro. Acelero. Sí, ahora, puedo verlo, ahí continúa: el cartel pequeño pero firme, bien atado a los férreos barrotes negros del balcón, algo doblado y maltrecho por las lluvias, los vientos y las noches heladas, por las noches sin ella. Ahí sigue, cerca y lejos, a siete metros sobre tierra, en el primer piso del número siete, encima de la whiskería Orquídea y frente al roñoso taller mecánico Auto. Ahí permanece altivo, enhiesto, testigo de las noches perdidas, cutre y maravilloso este cartón de embalar, de un marrón mortecino más adecuado para un panfleto maoísta que para precioso pendón de esta rotunda y transparente declaración de amor:

“Cristina te quiero”

—¡Uy, qué alivio! Menos mal… Sí, ahí está todo: las telas descoloridas, marco desteñido a tan tierna confesión, las menudas flores negras y alargadas —más bien cursis— trepando entre las brillantes letras negras, y la cuidada caligrafía de las tres mágicas palabras. Y un delicioso reguero de sensualidad me recorre el espinazo.

Desde luego, estoy hecha una sentimental. Cabizbaja y pensativa, me dejo llevar hacia la plaza de El Charro, camino torpe con unos cuantos ovillos de preguntas entre las piernas: ¿un amor no correspondido?, ¿anónimo?, ¿lo habrá visto Cristina?, ¿qué clase de tipo cuelga en el balcón su íntima declaración?, ¿desde cuándo?, ¿sucumbirá Cristina ante tal pública confidencia?

13.11.05

la décadanse

Vuelve a intentarlo, ahora acerca su cabeza a la copa del dry martini y con su nariz de ingenua bordea el filo de la copa. La mujer de blanco aspira con fuerza, de un trago inútil; los aromas del Noilly Prat se resisten, ocultos, atrapados entre un hielo que rueda cañerías abajo. Tan sólo el olor lejano y ardiente del hombre de azul le habla con claridad. La mujer apoya sus pies con firmeza en la barra metálica del taburete y con un ligero impulso yergue las contorneadas caderas y estira el escueto vestido de alpaca, en un inútil intento por evitar que sus broceadas piernas se conviertan en el único abrazo de la mirada del hombre de azul.

Tourne-toi
Non
Contre moi...


El hombre de azul apenas ha articulado dos conversaciones pero ha empinado tres margaritas en cinco sorbos, y sus ojos de escualo enredado han encontrado la presa ansiada. Anclado a aquellos pies largos de dedos proporcionados, felices entre las tiras de piel de las sandalias negras, estremece el deseo en un vaivén de trapecio.

Et danse
la décadanse...


La melodía de susurros cadenciosos oculta el tic-tac del reloj cromado. La mujer siente calor..., más calor; un infierno sellado a punto de explotar colma de espanto su cabeza.
—Sí comer algo me vendría bien, sí volver al principio, empezar. Sí desayunar estaría bien, me sacaría de este cuerpo enroscado y cabeza tambaleante.
Una red de manos invisibles aprisionan los pies de la mujer, una caricia en la mirada estrecha el cerco del hombre que desea.

Reste là derrière moi,
balance
la décadanse
Que tes mains frôlent mes seins et mon cœur qui est le tien...


El hombre levanta ya sin prisas el que sabe su último margarita, como un tigre aúlla recordando la luna lastimera en la noche lejana. Afuera la lluvia moja el ocaso y un lacónico olor a hierba mojada acaba de colarse entre las rendijas de la puerta giratoria. Los pies inmóviles de la mujer de blanco mecen su alma perdida como el ingenuo deshoja la margarita. Los pies de cielo abierto lo engullen entre el espanto y la belleza de los recuerdos malditos. La mujer encorva los dedos del pie derecho con gesto hastiado y agita el meñique adormecido por melodiosa voz de la Birkin. El hombre la mira a los ojos con rostro de dios extraviado, y en fugaz gesto atrevido se lanza sobre el pie derecho, con impacto contundente y dientes de tiburón arranca los dedos del pie. Atrás queda un muñón y una víctima aterida descalza ante la barra del bar.

La décadanse
A bercé nos corps blasés et nos âmes égarées...


Y «Lo demás es silencio» y nieve temprana.

9.11.05

la décadence

Decadencia, resistencia, decadencia, lluvia, alegría, verano, abrazo, piel, calor, hielo, más calor, sudar, infierno, oculto, personalidad, amiga, hablar, escuchar, sentir, oler, hierba, espalda, dedo, estremece, soplido, aúlla, luna, infiel, amar, bebe, futuro, sellado, abierto, mano, cuerpo, enroscado, montes, senderos, inicio, principio, desayuno, soñar, sonrisa, pequeña, caricia, sincera, cara, rostro, alma, cadena, atrapa, red, trapecio, tigre, espanto, belleza, ingenua, margarita, deshojada, agua, corre, océano, evapora, empapa, lluvia, calor, dios, nube, deshace, construir, nuevo, incierto, resistencia, decadencia.

"La luz diurna más deslumbrante. la racionalidad a cualquier precio, la vida lúcida, fría, previsora, consciente, sin instinto, en oposición a los instintos, todo esto era sólo una enfermedad distinta ― y en modo alguno un camino de regreso a la vida, a la salud, a la felicidad Tener que combatir los instintos— ésa es la fómula de la décadence mientras la vida asciende, la felicidad es igual a instinto." Friedrich Nietzsche. El ocaso de los ídolos.

6.11.05

dry martini


Lentamente, sin prisa y algo agitada hunde la aceituna en el líquido transparente; levanta los ojos ceniza de la copa, y enrosca un mechón del pelo negro en su dedo índice. Al fondo, el gran reloj cromado marca las seis y diez; todavía no ha oscurecido. Son los únicos clientes en la barra de Chicote. La mujer de blanco revuelve de nuevo, ahora en sentido contrario mientras observa como el barman termina de agitar la coctelera y vierte con suculento cuidado el margarita en la copa del hombre azul.

—Sabes, el dry martini también era la bebida favorita de Buñuel. Incluso tiene su propia receta. Dice que hay que poner en la nevera, de víspera, todo lo necesario : copas, ginebra, coctelera, vermut, etc. El hielo ha de estar a unos veinte grados bajo cero, todo un experto.

—¡Ya...!, muy de especialista, los veinte bajo cero —entona con sorna el hombre azul observando a trasluz la estilizada copa de champán.

—¡Ah, deliciosa! —susurra La mujer de blanco después de morder sin dientes la aceituna—. Primero, sobre el hielo bien duro echa unas gotas de Noilly Prat y media cucharadita de café, de angostura, lo agita bien y tira el líquido conservando únicamente el hielo que ha quedado, levemente perfumado por los dos ingredientes. Sobre ese hielo vierte la ginebra pura, agita y sirve. Insuperable, lo he probado.

—“Diablos, nunca debí cambiar el escocés por los martinis", —masculla entre dientes el hombre azul mientras la contempla helado y confuso, después de beber el margarita de un trago. La mujer de blanco huele la copa con fruición tratando de encontrar los restos del Noilly, la angostura o el aroma oculto del hombre azul.

1.11.05

noviembre

Una de mis debilidades —vino y chocolate, aparte— son las chicas rebeldes. Mujeres inconformistas, artistas-intelectuales de vida agitada, que se adelantaron a su época, fueron más allá de las convenciones del momento. Y de entre ellas una de mis favoritas es Lou Andreas-Salomé. Así que, cuando en la biblioteca de Las Conchas por una de estas casualidades del destino me asaltó desde un estante su autobiografía, Mirada retrospectiva. Compendio de algunos recuerdos de vida, la pillé cual ávida morfinómana.

Pero en estos momentos ya cargo con la desilusión. Su escritura es lenta, densa, sin agilidad ni fluir, repleta de vericuetos y sombras. Largas frases que se retuercen, de las una necesita un candil para comprenderlas a la segunda —ya se sabe, las torpes—. La he terminado a vista de pájaro, visualizando con la mirada sombras de palabras y perfiles conceptuales. No me ha gustado.

A rescatar:
La definición que el señor Freud le dio a su amiga del psicoanálisis, mas propia del señor Allen —Woody— que del ilustre creador de tal disciplina. Ella lo cuenta así:

"En momentos en que él mismo experimentaba repugnancia, me expresó su asombro de que a pesar de todo yo siguiese tan profundamente fiel a su psicoanálisis: “porque yo no enseño otra cosa que a lavar la ropa sucia de la gente”."

La poesía que su gran amigo Rilke le escribió:

Extíngueme los ojos: puedo verte
Tápame los oídos: puedo oírte
Y aun sin pie puedo ir hasta ti
Y aun sin boca puedo conjurarte.
Arráncame los brazos: te toco
Con el corazón como con una mano
Arráncame el corazón: latirá el cerebro
Y si al cerebro prendes también fuego
He de llevarte entonces en mi sangre.


El poema de Heinrich von Kleist citado en los comentarios, de asombroso parecido a la anterior.

Quítame
los ojos, lo oiré; los oídos, lo sentiré;
quítame también el tacto, lo seguiré respirando;
quítame ojos, oídos, tacto y también olfato,
Arráncame todos los sentidos y concédeme el corazón:
me habrás dejado entonces la campana que necesito
y en un mundo entero llegaré a encontrarlo.


Muy propias para este día de difuntos gris y tristón, con flores blancas y claveles rojos sobre tumbas recién fregadas, y churreros a la puerta del Cementerio.