29.6.09

lazarillo

Salíamos de la estación de Hostafrancs, un rumor de letanía se acercaba desde el vagón contiguo. Dos mujeres con faldas largas, gastadas y sucias caminaban despacio entonando una bella y triste canción en una lengua lejana. La más joven de melena morena, ojos pequeños y tiernos, ejercía de lazarillo de la vieja cantante de tez raída y ojos ciegos, con una pañuelo de flores marchitas en la cabeza. Recorrieron despacio el vagón, sin enmudecer su cántico, sin reclamar tan siquiera unas monedas. Continuaron su camino subterráneo.

Decía Manuel Vicent este domingo en El País que "Las mujeres de Matisse dan la sensación de que se lo están pasando siempre muy bien. El pintor las imaginaba dormidas o recostadas en un diván, desperezándose voluptuosamente, en un interior cargado de colores calientes con el mar en la ventana."

Mis mujeres caminaban a tientas en el vagón de miradas abstraídas, sin un mar en las ventanas.

20.6.09

verano

Era una mañana de nubes. Y era coqueta. El sol engatusaba con posturas y remilgos, con guiños de escondite. Un airón espigado de gestos charlatanes bajaba del oeste para después escurrir el bulto. Casi me engaña con palabrería de vieja y aires de princesa.
A eso de la una miro el calendario: 20 de junio, verano. Astillas de nortada agujerean mis pies y avivan el hambre. Es mediodía, el sol no calienta,

14.6.09

domingo silente

Es una mañana extrañamente silenciosa, el cielo cargado de grises. Los coches no suenan en la avenida, ni el taconeo de los fieles por la acera. Desde mi ventana puedo ver los pájaros madrugadores que revolotean entre las de las antenas. Antes de desayunar apenas eran dos, ahora he contado hasta diez. Una mañana quieta. Aire fresco de plomo tormentoso. Cuento las antenas, veintisiete. Nunca me salen las mismas, ayer eran veinticinco. Suena un teléfono en la calle, y la ducha del vecino. Subo el volumen de la música, Le jazz et le gin.


6.6.09

andando cada vez más rápido

Ya estamos en la jornada de reflexión, y apenas me he enterado de la campaña electoral, salvo por los carteles de Miguel Duran desperdigados por las aceras charris y otras menudencias. He visto la coronilla de Rubalcaba a los lejos, ronroneando por Fonseca. He escuchado algo de un Falcon volador y de unos trajes cortados al "curita". He visto un anuncio de una mujer sola y apesadumbrada en un autobús que parecía Carmen Maura en Que he hecho yo para merecer esto o en Volver.
La semana ha estado cargada de los "men in black" que pululan por el Festival de las Artes, de los aplausos rabiosos al maravilloso-violento montaje de Jan Fabre, y las palmas temblorosas y emocionadas a la danza de los Última Vez, lo mejor de la semana, que consiguieron seducirnos con sus cuerpos y movimientos sin echar mano de los nuevos zapatos mejicanos. Sí queridas niñas con los nuevos zapatitos, que no son de cristal, podréis tener al príncipe a vuestros pies con tan solo caminar, nada de madrastras y cenicientas. Los nuevos zapatos estimulan la producción de las tan deseadas feromonas que dejan tumbados a incautos fetichistas. Una camina como si nada por la calle Toro y acaba tal flautista de Hamelín con una grey de caballeros a sus pies. Los veo ideales para políticos en campaña, unos paseítos y la ciudadanía arrastrándose por el fango. ¡Las ciencias adelantan avanzan que es una barbaridad!