28.5.09

barquitos de papel


Hay días en que debería sacar el látigo -eso sí de terciopelo- y atizarme un rato porque me lo busco. Ya veis... con lo poco que me gusta madrugar y no desconecto el despertador, así que a las ocho menos diez no sé que individuo largaba no sé que cuentos en radio 5. He seguido amodorrada un rato por tentar a los sueños y estas cosas, pero al final ya no he podido volver a dormir. He desistido y aquí me encuentro contando mi madrugón y la noche de noctilucas nadadoras.

Ayer comenzó el 5º Festival de las Artes de Castilla y León. El evento más interesante de la noche se anunciaba así: "El viaje inmóvil. Pequeños barcos de cartón fabricados artesanalmente por los salmantinos navegarán a través del Tormes en un viaje inmóvil e iniciático, símbolo de unión colectiva."

Estas cosas del agua siempre me atraen. Yo también quería hacer mi barquito y que navegase por el Tormes. Después de la consabida búsqueda en google conseguí hacer dos barquitos de papel, uno rojo y otro marrón que quedaron muy lindos. Allá nos fuimos a la terraza del casino -enclave privilegiado a la ribera del Tormes- para cenar algo y ver en primera línea ricamente instaladas el evento.

Efectivamente, luceros que caminan sobre las aguas, barcazas con ruedas de fuego, sonido de tambores, campanas, fuegos artificiales, música con aire dodecafónico, que resonaban entre los juncos y los mosquitos y un montón de lucecitas como luciérnagas sobre el río, pero todo lejos, muy lejos de nuestra balconada. El meollo de la instalación se desarrollaba más allá del puente de hierro. Cuando todo terminó pudimos botar nuestras naves río abajo desde el pequeño embarcadero colgante, después de bautizarlas con nuestro nombre y pedir dos deseos. Ya sabéis, en estas noches de brujas, fuego y agua siempre hay que terminar pidiendo un deseo.

23.5.09

paracuellos


De pequeña fui una fiel lectora de comics y tebeos desde Capitán trueno a TBO, de mayor me pasó la fiebre, ahora con las canas a cuestas me dedico a las viñetas de mi pantalla de ordenador. De mayor uno de mis favoritos era Paracuellos de Carlos Giménez, aquellas historias de los pobrecitos niños atrapados en los horfanatos del Auxilio Social con unos dibujos tan apabullantes que me destrozaban el corazón. Creo que en el fondo me devolvían a la infancia, a la cenicienta y la bruja malvada y estas cosas, ya sabéis. Claro que no he llegado al extremo de mi amigo el banquero que se lo lee a su hija de once años que llora con las desventuras de los "hijos" de Girón. Las caritas de susto, tristeza y hambre de los niños de Paracuellos las he encontrado en un estupendo graffiti en la pared del pabellón Würzbug, en la ctra. de Valladolid. No sé si el amigo graffitero lo conoce si no se lo recomiendo, tal y como pinta le encantará el señor Giménez.

18.5.09

ausencias


En mi viejo catálogo de ausencias
algunas todavía me estremecen
compañeros y compañeras de ansias
de abrazos de peligros compartidos
ya no estarán irremediablemente

es como si su sangre regalada
corriera solidaria por mis venas
en busca de mi búsqueda tenaz
y así vivo muriendo
mientras el tiempo corre como un río

unos quedaron desaparecidos
otros aparecieron en sus huesos
sus palabras siguieron resonando
como si todavía nos nombraran

qué podemos hacer con las ausencias
es imposible defenderse de ellas
están ahí deshilachadamente
cual fantasmas sedientos de vivir
o crepúsculos huérfanos de noche

no hay rescate posible para las ausencias
uno sigue con ellas en la mano

y sabe que no puede abandonarlas
el mundo fue creado con ausencias
y allí estarán hasta que en un descuido
también uno pase a ser ausente


Ausencias. Mario Beneditti.

17.5.09

egoperfumes



Esta mañana he pasado un buen rato olfateando en la perfumería. Comencé risueña por unas ligeras gotas de colonias japonesas en las muñecas pero no me convencían..., comprendí que me llevaría más tiempo del pensado, lo ZEN se ha vuelto más empalagoso y oscuro que el barroco francés. No tuve más remedio que repasar varias filas de estantes repletas de todas las publicidades televisivas y más... y aliñar los nudillos y las palmas de las manos con aromas de lo más variopinto; o sea que al quinto perfume tenía una melé de perfumes de mandarinas, rosas y jazmines en las manitas que me aturdía el corazón. Pero había decidido que no me iba sin el nuevo perfume. Muy a mi pesar -me gusta probar los perfumes en la piel-, con un manojo de palitos de papel en la mano retomé mi búsqueda fragante, y al final encontré Un jardin après la mousson, et oui, c'est por moi. Eso sí me ha costado una indigestión en la pituitaria que me ha tenido a agua todo el día.

Horas más tarde paseando despistada por el cibermundo me encuentro con unos perfumistas franceses -cómo no!- EGOFACTO que después de un test divertido y coquetón te recomiendan el perfume ideal para lucir tu ego. Tras este análisis tan científico han llegado a la conclusión que Me myself and I es mi perfume.
Su divisa: El infierno son los otros
Su emblema : la flor de la cicuta

¿Me sugieren que aplique cicuta a esos otros infernales que me visitan, o su aroma tendrá efectos cicutarios en los otros? Una pena que no pueda salir de dudas, tendré que conformarme con mi jardín después del monzón repleto de jengibre, especies, vetiver y flores de mariposa.


"dejaban tras de sí un rastro de champú y suéteres de algodón". Guillermo Fadanelli.

11.5.09

poética de los escaparates

Con tanto internet, tanto facebook, tantos twitter y blogs, llevo un retraso con la prensa escrita de tal calado que aún hoy he leído el Babelia del 25 de abril. En él, Muñoz Molina cuenta en Poética de los escaparates que se había pasado "la vida embobado delante de los escaparates", cuestión con la que me sentí muy identificada y me lanzó a una lectura voraz de su artículo.

Soy otra devoradora de escaparates que se ha pasado la vida colgada de los escaparates, primero de las jugueterías, me pegaba al cristal para ver mejor y sentir más cerca todos aquellos juguetes. A los dieciocho caminaba y al mismo tiempo me miraba de reojo en los escaparates, curiosa y contenta al ver que todo seguía en su sitio, no me faltaba un ojo, no tenía la piel de lagarto...

Siempre me han fascinado por su capacidad para sorprenderme, por ser una especie de bola de cristal dónde tal vez podremos encontrar lo que sin saber estamos buscando. Esta última década he sentido predilección por los escaparates de las agencias de viajes, por el de Prada en Madrid -nos plantábamos pegadas al cristal, como de niñas ante la juguetería, elegíamos lo que más nos gustaba y sumábamos: ¡hala! 8000 € del ala que me llevo puestos-, por los de las floristerías en París, por los de chocolates en Bruselas y por los de las librerías destartaladas con toda clase de libros apiñados, las 1001 recetas de Simone Ortega rozando a la señorita Posadas y a lo más sesudo de Habermans. Mi última debilidad es el escaparate y la pequeña vitrina de la tienda de fotografía de la calle Meléndez, siempre que paso por esa calle no puedo resistirme y me acerco a ver sus viejas cámaras fotográficas y las fotos de Salamanca en blanco y negro; a veces me sorprende y las cambia, esa noche..., esa noche ni ceno.

8.5.09


He llegado al final del libro sin soñar con ratas ni una sola noche -lo que es la edad, hay que ver-. Caminaba por la calle sin hurgar las alcantarillas, sin temor a encontrarme la ratita presumida yacente entre los escombros de cualquier obra parada por la crisis. Esto porque no me he largado a NY que si no tendría que golpear los cubos de la basura en Suffolk Street para espantar a las ratas que pasean a sus anchas por las aceras. He visto pasar los muertos, el sol requemado de Orán y las reflexiones de Tarrou de lejos -será también la edad?-. Para terminar, el cenizo de Camus nos alerta:

"Oyendo los gritos de alegría que subían de la ciudad, Rieux tenía presente que esta alegría está siempre amenazada. Pues él sabía que esta muchedumbre dichosa ignoraba lo que se puede leer en los libros, que el bacilo de la pese no muere ni desaparece jamás, que puede permanecer durante decenios dormido en los muebles, en la ropa, que espera pacientemente en las alcobas, en las bodegas, en las maletas, en los pañuelos y los papeles, y que puede llegar un día en la peste, para desgracia y enseñanza de los hombres, despierte a sus ratas y las mande a morir a una ciudad dichosa."

En fin, lo mismito que dijo dña. Rosalía: "Cando unha peste arrebata, homes tras homes, non hai máis que enterrar de presa os mortos, baixala frente, e esperar. Que pasen as correntes apestadas...¡Qué pasen.., que outras virán!

4.5.09

olvidados

Supongo que estos tiempos de mascarillas, aislamientos en hoteles, miradas temerosas cada vez que escuchamos hablar con acento mejicano, me han recordado al libro de Camus, La Peste, de todas aquellas ratas que poco a poco fueron tomando las calles de Orán, de las pesadillas y la mezcla de asco y temor que me produjo a mis quince años.

"La mañana del 16 de abril, el doctor Bernard Rieux, al salir de la habitación, tropezó con una rata muerta en medio del rellano de la escalera. En el primer momento no hizo más que apartar hacia un lado el animal y bajar sin preocuparse."

Rebusqué entre las cajas de libros y allí encontré el viejo libro traducido por Rosa Chacel, nada menos!, con mi nombre en la primera página, las hojas subrayadas y llenas de anotaciones y referencias a las páginas del libro en francés que les correspondían -sí, lo confieso, niños, lo compré para zafarme de las traducciones-. No conservo el original en francés, que era una versión reducida, pero recuerdo perfectamente su portada: un dibujo antiguo de un médico de la peste con sombrero de ala ancha, gafas y máscara con una nariz enorme en forma de pico de pájaro.

He vuelto a leerlo, y creo que, ahora, lo que más me impresiona son las descripciones de la ciudad. En el libro confinan a los infectados en campos de futbol: "Todos los que Tarrou observaba tenían miradas errantes, todos parecían sufrir de la separación de aquello que constituye su vida. Y como no podían pensar siempre en la muerte, no pensaban en nada. Estaban vacantes. "Pero lo peor -escribía Tarrou-es que están olvidados y lo saben. Los que los conocen los han olvidado porque piensan en otra cosa y esto es comprensible. Los que los quieren los han olvidado también porque tienen que ocuparse... Y en fin de cuentas, uno ve que nadie es capaz de pensar realmente en nadie, ni siquiera durante la mayor de las desgracias."