30.10.05

yumehi's theme

Estos últimos tiempos una canción me obsesiona —es mi vicio—. Primero conseguí el Cd, y sus notas comenzaron a espolvorearse por toda la casa, vagaban a trompicones entre los cantos de los libros, se descolgaban por la red del atrapasueños o merodeaban entre las bolas chinas. Estas raciones no fueron suficientes. Ahora tengo la solución perfecta: me voy a su página web y allí puedo escucharla una y otra vez. Mi canción suena sin interrupciones, sin oquedades, sin fin, ad infinitum.

Mi canción tiene un vaivén de olas verdes, agitadas, un ritmo cadencioso y penetrante. Mi canción lluviosa resuella melancolía entre las notas azules que se descalzan para secarse.

Aunque, según leo en YO Dona, la señora Ainhoa Arteta declara: ”La melancolía es una perdida de tiempo”.
—¡Ah... ! ¿Entonces para qué cantar “una furtiva lágrima”?, por ejemplo —me pregunta Misombra con pálpito de cínica—. No me creo su “soy pasional”.

Y la melodía suena una vez más en el ordenador, resuena en mi cabeza, me asalta entre las fuentes de las herramientas del Word, ocupa los interlineados, rellena los formatos. Mi canción se repite una y otra vez, sin fin. Los resquicios para el amor son escasos.

26.10.05

in the mood for love


Leo en la muy seria y profesional web de la BBC que, el pasado fin de semana, cinco mil chinos sin pareja se reunieron en un parque de Shangai para el gran fiestorron de las citas rápidas. “¡Anda!, mira, estos chinos que bien se lo montan” murmuro entre perpleja y admirada. Que no tienen tiempo para encontrar el amor de su vida, pues nada se montan un sarao de miles y el que no encuentre no será por abundancia, ni por oportunidad.

Si uno es muy tímido, no hay problema, un "Cupido" podía entregarle a la persona elegida la rosa o un mensaje. Sí, todo muy pensadito: acceso exclusivo para universitarios de 20 a 45 años, entrada con rosa incluida para regalar al elegido —en lugar de la consabida entrada + copa, tan hispana—. Todo muy japonés.

Si en China se fueron al parque con rosita en mano, entre risas, bailes y juegos para buscar al amor, en Charri-City, miles de torpes buscamos un apaño —amor a primera vista, en fino— el pasado fin de semana, botando de bar en bar, hechos un pincel con las recién estrenadas galas de la nueva temporada otoñal, machacamos bien el hígado, bizqueamos a ratos, renqueamos ensordecidos por la música ambiente, echamos tejos a diestro y siniestro, venteamos las anginas hasta la ronquera y pasado el equinoccio de la noche llegamos a las rebajas de ¡ya son las 4 y nada!? Eso sí, ni una conversación inteligible.

Creo que unos cuantos —una toneladas de cuantos— necesitaríamos otra fiestecilla de singles para arreglarnos este centro de ingravedad permanente que nos traemos.
A ver, si con un poco de suerte mi querido Lanzarote, o el señor Estella, toman nota del invento “cultural” chico y nos montan un festival de citas rápidas en el parque de los jesuitas, ahora que el "2005, Plaza Mayor de Europa" ha finalizado y antes de que el frío ocaso invernal nos acose. Tal vez así, los forties podamos curarnos contentos la gripe del pollo —ya encima— con el tan celebrado calor de pecho ajeno, además de ahorrarle unos duros al maltrecho sistema sanitario. Sí, todo son ventajas. ¡Qué no se quejen!

22.10.05

el hombre melancolía


El hombre melancolía usa perilla pero no sombrilla, y las penas le llueven grises, sin descanso. Cada día una nueva tristeza le abate desde las zapatillas felpudas. Sube despacio, mustia y mohína desde la planta de los pies, fémur arriba, hasta asentarse en la barriguita, bien adentro entre los pliegues melosos del estómago.

El hombre melancolía siempre trabaja, no descansa, tanto abatimiento da mucho que hacer. Trabaja bien duro con las murrias, las bate con melisa y una pizca de insomnio, las amasa suave con palabras y las tiende a secar entre las adidas rojas y la blusa negra.

El hombre melancolía teje una manta de palabras al abrigo de la languidez lluviosa del jueves santo. Cavila, desteje, intriga, deshila, y de tanto urdir el tedio la pesadumbre corre por las canales, baja por los sumideros, rebosa por las alcantarillas y va a parar al mar helado de las zangarrianas.

El hombre melancolía levanta la vista, templa los enormes ojos azules, levanta la tapa del occipital, y de un golpe seco y metálico arranca el prendido flato de la temporada otoñal. De nuevo, asienta la cabeza trasquilada, acaricia la perilla y abre la sombrilla: “Este sol de otoño no me sienta.”

19.10.05

Misombra´s back

No es fácil seducir a una dura-mimosa. Sí, seducción era lo que necesitaba Misombra después de la rabieta que montó cuando nos fuimos a la playa adejeña. Las duras-mimosas necesitan cuidados especiales: una no puede atacar con toda la artillería de carantoñas y lindeces, a lo cubano; sus gritos ahogarían hasta los nenúfares. Es una tarea ardua, para mentes bien equipadas y equilibradas, y con suficiente capacidad de planificación estratégica.

Le dejamos el regalo canario —un precioso atrapasueños— colgado de su ventana, sin esperar las gracias, ni cualquier comentario casual. Así fue, mutismo. Pocos días más tarde, colocamos sus bombones favoritos entre los cactus del salón —desde aquella convertidos en su nido—. A los dos días la caja de los Godiva estaba vacía, con arañazos en la tapa, y sus ojillos brillaban de placer sensual. Aquel tufo a rencor rancio que cortaba el resuello al entrar en casa, se lo tragó con el chocolate. La mañana de los helicópteros, su pensamiento traspasó mi mente, y antes de que pudiese darme cuenta la voz de Jim Morrison le ayudaba a extirpar los pinchos que infestaban sus escuálidos miembros. Entre ayes canturreaba: “This is the end... the end, my only friend”. Comprendí el mensaje: el principio del fin; ahora dejarla hacer con calma, y sobre todo tener siempre a mano el guante de terciopelo rojo.

El viernes cocinó berenjenas con pasta. El sábado la invité al teatro —se desternilló de risa con el “Colon en la barraca” de los Corsario— y se achispó con el Ribera del Duero. De madrugada, al entrar a oscuras en el portal, me confiesa: “Niña, te llamó el de Murcia hace semanas, pero le dije: Ella ya no vive aquí”. Casi la pisoteo y la estrujo, me pongo el guante de terciopelo, abro el buzón, y tan sólo le susurro: “Ah..., pues al móvil no ha llamado". Siento su mano húmeda y temblorosa entre mis dedos.

16.10.05

cumbrísima/4

Hasta Charri-City ha llegado la sombra alargada del amigo americano para desteñir el colorido de las conclusiones de la cumbrísima, y los gerifaltes se han plegado sin rémora alguna a los runruneos de pasillos, no vaya ser que: afecte al Plan Colombia, el FMI se enfade...

Lo que no se ha desteñido, a pesar de las lluvias y ventiscas, es el jardín japonés que han plantado en la fuente de la puerta de Zamora. Está desconocido, hecho un primor de diseño de la nueva jardinería. Tan acostumbrada me tiene el jefe de parques y jardines del excelentísimo a la tradicional sosez, horterada, es más, mal gusto de sus jardines que tal derroche de sencillez, elegancia y gracia, con sus pensamientos morados y blancos, la gravilla de cuarzo lechoso y los arbolitos de temporada: abetos enanos y mini-pinos, me tiene embelesada y no dejo de admirarme cada vez que paso por la placita. ¿Será nuevo el jardinero jefe? ¿Lo habrá mandado, mi Lanzarote, a algún cursillito de reciclaje por la pasada Cumbre? Embobada estoy.

15.10.05

cumbrísima/3


He decidido curiosear en el encuentro de escritores en la cumbre, pero ni consigo acercarme. Al llegar a la Clerecía un fornido "especial" se planta en jarras y me desvía hacia la calle Meléndez; rosmando y con gesto de eso se lo dirás a todas, guapo!, le hago caso. Así, por un azar acabo tomando un café en El Corrillo con la mujer-espontánea y el hombre-nazareno que carga con una enorme cruz en su vía crucis personal camino de Fonseca —sede de la cumbrísima—. La cruz de madera maciza lleva grabadas las obsesiones de su calenturienta cabecita: “perdón, bondad, amor, paz. No mentirás. No robarás. No matarás”.

—Es la primera estación —nos aclara, apurando el último sorbo del zumo de piña.

Recién se marcha el crucificado de la Cumbre, y una brisa de carreras, un vientecillo de polis en motos, un airón de sirenas, un vendaval de especiales y guardaespaldas, y, al fin, la tormenta de autobuses “grand class” repletos de señoras. Incapaces de resistirnos salimos a la calle, muy bien cortejadas por el guardaespaldas que se acaba de plantar en la puerta del bar.

—¡Anda, qué todo esto!, porque se lo consentimos... —comenta maldiciendo la mujer-espontánea.

—Sí..., se lo consentimos y, además, pagamos la fiesta —le respondo con sorna lapidaria y sonrisa de 9 milímetros parabellum.

—¡Quita, quita!, que me pongo mala —gruñe entre dientes y escapa para la barra. Siento los ojos del poli en la nuca y olor a pólvora en la boca.

El sarao de escritores ni olerlo, claro.

12.10.05

cumbrísima/2

Desde las ocho de la mañana, los helicópteros no han dejado de zumbar como un maldito despertador celeste. Toda la calle es silencio, tan sólo ese ruido de aspas vibrantes que va y viene, que se acerca y aleja como los truenos en la tormenta. Ni coches, ni motos, ni camiones, nada, sólo la chatarra ruidosa que vaga por el cielo de Charri-City. El perro cateto de la vecina se ha despertado y cada vez que la chatarra voladora se acerca berrea y aúlla en tono de cuasi-lobo. Escondo la cabeza bajo la almohada.

—Joder, si son las ocho de la mañana. ¿Qué maldito gerifalte se mueve a estas horas?

Los ladridos del perro cateto de mi vecina, Orfelia, han despertado a los canes del vecindario y el rottweiler de enfrente saluda desde el balcón al gran pájaro de hélices carnívoras.

—Por Dios, que alguien ponga orden, es fiesta... Ahora que estaba en el mejor de mis sueños: en brazos del hombre maduro.

Otra vuelta, ruedo cama abajo entre los tulipanes rojos del edredón, pensando que tal vez el plumón posea maravillosas cualidades de aislante acústico hasta ahora desconocidas. Cierro los ojos con impulso suplicando que se desplomen y me concentro en el silencio lejano, recordando aquella nube de helicópteros que se desplegaban al son de la cabalgata de las walkirias.

Entre las chispas y ruidos de los helicópteros escucho el crujir de las púas de Misombra entre los cactus; camina sin rumbo entre libros y discos; ella, también, vela en esta mañana de fiesta nacional.

“This is the end, beautiful friend
This is the end, my only friend, the end
.../...
Waiting for the summer rain”

Y la voz de Jim Morrison a todo volumen suena en toda la casa, suena en toda la calle, suena en toda la ciudad, compite con las chatarras rodantes entre unas nubes blancas y el cielo azul.

10.10.05

el método


Me gusta El método. Me gustan sobre todo las imágenes iniciales, la simultaneidad de los créditos y la presentación de los personajes. Son rápidas, trepidantes, intensas, y al mismo tiempo largas, como el día que se avecina. El bullicio de la calle, del bar, de las mesas de desayunos en familia, son los únicos exteriores de todo el film, salvo la escena final. Me gusta esa pantalla dividida en varias partes que nos muestra, por momentos y en cada pieza, la misma acción de algunos personajes desde varios ángulos diferentes. Fernando que entra en el bar-barullo desde perspectivas diferentes. Me gustan estas repeticiones, estas escenas repetidas desde planos diferentes, ¿una referencia buñueliana? -"La repetición me atrae, tiene un efecto hipnótico”-.

“Siempre me he sentido atraído, en la vida como en mis películas, por las cosas que se repiten. No sé por qué, no trato de explicarlo. En El Angel exterminador hay por lo menos una decena de repeticiones.” Luis Buñuel: Mi último suspiro.
-O, simplemente una atracción del amigo Piñeyro-.

Me gustan las escenas de los personajes ante la mesa: debaten, esconden, fingen, pasean, increpan, se enfadan, lloran, se asoman a la ventana, sitian, tontean, se venden, embisten, recuerdan. Y es curiosa la fuerza de la memoria, en uno de esos momentos: la ventana, el hombre, su mirada y un “déjà vu” en mi recuerdo, efectivamente: “12 hombres sin piedad”; ¿otra referencia?

Tan sólo un detalle, le falta una chispa de sorna y un aliento de ironía, y le sobran ciertos momentos en que Piñeyro se pone estupendo o, como diría el hombre exigente, se pone melancólico.

6.10.05

aridez


La política de inmigración de ZP se resumen en “poner puertas al campo.”

“veinte años en el monte Marao le habían llenado el alma de silencio. En una aridez como aquella, solo las vidas que latían con ruido conseguían salir adelante”. Bichos.

Miguel Torga: Delgado como un palo, perfil de contrabandista español, anda que no para, fuma sobre todo cuando está con amigos o cuando escribe, le gusta la soledad y aprecia mucho a quien la respeta, no cree en fantasmas, vive por los nervios que tiene, el arte para él no es una ambición: es un destino, ama a los dioses paganos, a quienes han cantado en sus Odes.

exposición en el Centro Hispano-Japonés

4.10.05

cumbrísima/1

Ayer vino el Borbón para pasar revista a Charri City. Una mañana helada, de otoño para castañear sin dientes, y con un “fixo a noite en pleno día”. Mi querido Lanzarote, más inflado y risueño que de costumbre, certifica que todo está en perfecto estado de revista. ¿No rascará la pintura roja del medallón del generalísimo? Me asombra este hombre, no lo reconozco desde que ha dejado de azuzar a la Casa Lis. Tan sólo un pequeño detalle: le faltó vestirse de charro. Espero que no me falle y lo luzca con la gallardía acostumbrada en la recepción del Ayuntamiento el día 14. “Pisa morena, pisa con garbo...”

1.10.05

rentrée


La semana de la rentreé arrastra un bochinche fuera de lo normal. Los estudiantes ya han llegado a Charri City. El bullicio del comienzo del curso y este veranillo de San Miguel estiran este “fin de l’été”. Sin embargo, el trabajo se clava a las lumbares sin remedio. Hoy, particularmente, lo siento atornillado en acero.

Misombra sigue instalada en su mutismo. Es tal su enfado desde que la dejamos sin ir a Tenerife que ahí sigue arrinconada entre los cactus forrada de pinchos sin atender a razones.

—Pero niña, si sólo fuimos a la playa! A ti no te gusta. Te quema. Con lo mal te sienta el sol. Te pones más negra que un conguito, y luego dices que no quieres estar tan morena en invierno.

Nada, no hay manera. Silencio. Nos mira desde lejos con un odio que da miedo. ¡Qué, invierno me espera! A mí, claro. Lapetarda en su habitual ir a lo suyo ni se entera. Si ni tiempo tiene. Horas y horas enganchada al meetic, que si el anuncio, la foto, el perfil: “¿Aquí, qué digo?”, “¿Me pongo o me quito años?”, “Y éste que me cuenta...”. Aviso a navegantes cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Eso sí, todo son ventajas: “no machaco el hígado en los bares, me bajan las transaminasas, conozco gente y practico idiomas” ¿?

Y menos mal que ha subido la bolsa, aunque no me fío ni un pelo, el brent sigue por las nubes. Tengo la impresión de que todo esta “cogido por alfileres”, incluida la cumbrísima que nos espera.

-—¡Huy!, las 8, ¡qué horas!. Ya llego tarde a la fiesta de la mujer alboroto. Adiós...