25.10.09

improvisaciones

Salgo de casa, aprieto el paso y llego a la Casa de las Conchas antes de que cierre la biblioteca. En el patio, veinte figuras de gris declaman sus frases en las ajadas escaleras de piedra: "Lo esencial es invisible a los ojos", recita en un suspiro azul la joven rubia. "Morgen mit exstrperwell zussmanewl eichmerthberg", proclama el muchacho de ojillos curiosos y calcetines arco iris.

Entre el público una retahíla de jóvenes americanos observan asombrados. Subimos al primer piso, las figuras grises ejecutan su performance en lento viaje, y nosotros tras ellos como persiguiendo el deseo que se nos escapa: una mano en el aire, un hombro que vibra, una rodilla resbala, un pie suspira, la otra mano suplica, la cintura se quiebra, una espalda que vuelve, los ojos ausentes, los muslos invisibles, las cabezas inmóviles. Los flautistas les conducen y nos llevan, el baile del fin del verano. En la puerta del fondo, la mujer de pelo rojo revela: "Yo, entretanto, tejía mi gran tela en las horas del día y volvía a destejerla de noche a la luz de las hachas." y nos invita a entrar en la gran casa de piedra. Los actores esparcen el gris por la sala de lectura frente a las estanterías, encima de la mesa. La muchacha del pelo azabache canta una nana en euskera, una walkiria de ojos azul polar recita en alemán de nieve y una francesa de piel transparente musita a la luz. Papel y bolígrafos caen sobre la mesa, frases para el público. El hombre de voz del fondo de la tierra me deja un papelillo en el bolsillo: "Tu presencia en mi ausencia".Joder!, las dos y media, la pequeña donnadieu me espera en las escaleras de la "ponti" con su gran novedad.

-Menudas horas, so pelma! Al fin, dejo la metrópoli. Me voy para la costa.

Un rastro de sol se cuela entre los nubarrones, tropieza con las cúpulas de la Clerecía, rebota en la concha ausente y se desliza calle abajo. Está tan lejos la costa.

18.10.09

sábado noche

Medianoche. Brisa de escarcha sobre mi 'Beirut' y el escuálido rosal de mi balcón. Me instalo en la ventana al acecho de las idas y venidas de los ratoncillos noctámbulos.

El vecino del bloque de la esquina sale a fumar al balcón. También observa 'Beirut'. Ni un alma.

Alguien sube, las planchas metálicas que guardan las trincheras rechinan a saltitos. Una adolescente que vuelve a casa.

Los ratoncillos siguen sin aparecer. Es sábado, hay fiestón en las alcantarillas. Misspiernas lleva varios días sin asomarse. La 'reina cotilla' suspira y cierra la edición.

14.10.09

charribosnia

Ratas! Ahora las ratas pasean a sus anchas entre las vallas, los montículos de tierra y las llaves de paso. Estas últimas noches apacibles de otoño, las ratas surgen como suspiro de las zanjas, corren que se las pelan, corretean entre los pies y vuelven a sus guaridas de alcantarilla. Esto ya parecen Orán, o las calles de NYC en verano. Subo armando un escándalo del trece con la vana ilusión de que no asome el hocico.

8.10.09

charribosnia

De pie frente a la ventana con las manos apoyadas en el alfeizar de la ventana, miro la calle. Es de noche, la luna menguante parpadea entre los nubarrones. Las obras han levantado las calles de cuajo. Una carnicería, el abre y cierra zanjas de los últimos meses -ocho veces!-. Sin farolas, sin aceras, montones de barro, vallas metálicas que aislan la acera derecha de la acera izquierda, máquinas, tubos de politileno, sumideros, válvulas de paso, y el silencio. Una voz interior me dice que tiene su gracia: dos meses sin coches, ni tan siquiera el camión que recogía la basura y apenas caminantes. Los peatones evitan bajar por este campo de batalla, con sus trincheras de nunca acabar, sus tropas que lustran con calma la artillería pesada, y en el que tan sólo faltan los gemidos y blasfemias de los moribundos, de los heridos, aunque, tal vez, ya tengamos alguna baja en esta charribosnia del plan E.
La vecina del cuartel apaga la luz.
Me siento ante el ordenador con el propósito de escribir una carta. Mis dedos me traicionan: "Toda una vida para abrir una zanja", parpadea en la pantalla.