1.11.05

noviembre

Una de mis debilidades —vino y chocolate, aparte— son las chicas rebeldes. Mujeres inconformistas, artistas-intelectuales de vida agitada, que se adelantaron a su época, fueron más allá de las convenciones del momento. Y de entre ellas una de mis favoritas es Lou Andreas-Salomé. Así que, cuando en la biblioteca de Las Conchas por una de estas casualidades del destino me asaltó desde un estante su autobiografía, Mirada retrospectiva. Compendio de algunos recuerdos de vida, la pillé cual ávida morfinómana.

Pero en estos momentos ya cargo con la desilusión. Su escritura es lenta, densa, sin agilidad ni fluir, repleta de vericuetos y sombras. Largas frases que se retuercen, de las una necesita un candil para comprenderlas a la segunda —ya se sabe, las torpes—. La he terminado a vista de pájaro, visualizando con la mirada sombras de palabras y perfiles conceptuales. No me ha gustado.

A rescatar:
La definición que el señor Freud le dio a su amiga del psicoanálisis, mas propia del señor Allen —Woody— que del ilustre creador de tal disciplina. Ella lo cuenta así:

"En momentos en que él mismo experimentaba repugnancia, me expresó su asombro de que a pesar de todo yo siguiese tan profundamente fiel a su psicoanálisis: “porque yo no enseño otra cosa que a lavar la ropa sucia de la gente”."

La poesía que su gran amigo Rilke le escribió:

Extíngueme los ojos: puedo verte
Tápame los oídos: puedo oírte
Y aun sin pie puedo ir hasta ti
Y aun sin boca puedo conjurarte.
Arráncame los brazos: te toco
Con el corazón como con una mano
Arráncame el corazón: latirá el cerebro
Y si al cerebro prendes también fuego
He de llevarte entonces en mi sangre.


El poema de Heinrich von Kleist citado en los comentarios, de asombroso parecido a la anterior.

Quítame
los ojos, lo oiré; los oídos, lo sentiré;
quítame también el tacto, lo seguiré respirando;
quítame ojos, oídos, tacto y también olfato,
Arráncame todos los sentidos y concédeme el corazón:
me habrás dejado entonces la campana que necesito
y en un mundo entero llegaré a encontrarlo.


Muy propias para este día de difuntos gris y tristón, con flores blancas y claveles rojos sobre tumbas recién fregadas, y churreros a la puerta del Cementerio.

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