17.2.11

viena



Varsovia.


Visité Varsovia a principios de 1963. No conocía a nadie en la ciudad. La primera noche asistí por azar a un teatro cercano a mi hotel. Sin entender una sola palabra quedé deslumbrado. Al volver al hotel me perturbó la semejanza con mi abuela que advertí en una empleada de la recepción, una anciana. No sólo su rostro, sino también sus gestos, su manera de llevarse el cigarrillo a los labios y exhalar el humo me parecieron idénticos. Fue casi una alucionación. Me obligué a creer que era efecto de la excitación teatral y subí a mi cuatro.

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La escritura, muy a menudo, y todo autor lo sabe aun sin proponérselo, rescata zonas pocos visitadas, limpia los lugares deseados de la conciencia, lleva aire a las zonas sofocadas, revitaliza todo lo que ha empezado a marchitarse, pone en movimiento reflejos que uno creía ya extinguidos.

El mago de Viena.
Sergio Pitol.

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