Pasan de las doce y media. Es viernes pero apenas circulan coches, los peatones caminan deprisa. El viento sopla con fuerza en la avenida y las hojas de las catalpas se arremolinan en el chaflán de la esquina. Parece que han abierto las puertas y el ventarrón de la llanura se cuela sin avisar. Las hojas de arces y plátanos se agitan y ondean entre las banderas de plaza de España.
Este césped raquítico y cursi de los jardines de Torres Villarroel se ha cubierto de hojas tostadas y amarillentas de los castaños de indias y las catalpas. Un ráfaga las mece, se revuelven en su lecho y caen dormidas. Otra las zarandea a un lado y otro, y varias despistadas acaban debajo de un BMW blanco. Vuelve otro airón nocturno, húmedo torbellino, una nube de catalpas corre sin mirar atrás, los cielos luminosos de las farolas las esperan. Me gusta este otoño ventoso.
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