25.5.07

S A confidential

Hay días que parece que esto es Los Angeles, y que en cualquier tugurio de esquina podemos tener por compañero de barra al mismísimo Philip Marlowe que taciturno ojea el Salamanca Chronicle, entre sorbo y sorbo de whisky, mientras repasa mentalmente los detalles del cadáver de Dolores S.M., la mujer que a las 4,30 de la madrugada fue encontrada muerta en la acera de la calle Valencia, frente a su domicilio, con los brazos rotos, dos puñaladas en el cuello y otra en el muslo.
Marlowe cierra el Chronicle, enciende un cigarro, pide otro whisky con soda a la rubia de labios cereza. El tipo caucásico –tal vez ruso- era fuerte, no presentaba signos de violencia: de cúbito supino, sin cortes, ni magulladuras, al lado de las vías del tren, en las afueras de Buenos Aires, tal vez simple mala suerte, o tal vez..., ese barrio..., nunca se sabe. Revuelve el bourbon con el dedo anular, despacio como recién levantado, se vuelve hacia la puerta reclamado por un olor dulzarrón y femenino. Claro, que para mala suerte la del viejo: acabar sus días ahogado en un río apestoso, al lado del desagüe del colector del Zurguén. Marlowe apura de un trago su vaso, echa una última visual a la rubia de la barra y saluda ceñudo a los de la bofia que jugaban al poker en la mesa de la entrada.

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