23.11.06

el crisantemo, el abanico y la espada


Esta semana toca en charricity un desembarco japonés de lo más variopinto: música, ceremonia del té, ikebana, exposición de grabados en la Torre de los Anaya, marionetas, danza, caligrafía, manga, cocina, artesanía, pintura, y la exótica foto de mi Lanzarote, con cara de susto, del ganchete de varias japonesas en kimono -ver El Adelanto de ayer-.

Entre toda esta explosión de exotismo oriental, hecho de menos algún montaje sobre su moda sobria pero sobrada de imaginación -me fascinan los trapitos de Yamamoto-; una muestra de su cine lento y denso, muchas veces impactante. A mis diecinueve años me dejó temblando El imperio de los sentidos, no es fácil digerir tal catarsis de sexo y muerte en la tierna juventud, y más recientemente Nadie sabe o el trágico romanticismo de Dolls, de mi querido Kitano, con un espléndido vestuario de Yamamoto: el colmo de la sofisticación nostálgica. Y ya puesta a pedir, una pizca de acto literario no habría estado mal para indagar y descifrar a los afamados Kawabata o Mishima, o descubrir a esos desconocidos del crisantemo para un momento de felicidad.

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