Maquinaba la lista de la compra tan ricamente tumbada en la chaise longue y
con mi I-pad en ristre —que por cierto, está hecho un
marrullero y me tiene tola—; entre tanto
deslizar los índices arriba – abajo, termino cayendo en los brazos de la listas
contables de míster Bárcenas. Una pena no haber caído directamente en la lista, concretamente en la lista de los
apuntes del haber con cuatro dígitos me conformo, no hay que ser avaro, me
habrían salvado de mañanas enviando el maldito curriculum ahora que el divino
del jefe nos ha aplicado un ERE.
Varias décadas de libretita, días de
afilar el lápiz y chupar la punta, enfundarse los mitones y frotarse la manos a
lo Mr. Scrooge de Dickens, antes de asentar los dineritos en el debe y el
haber, para que venga El País y
la tecnología, y a golpe de uña puedas fisgar
todo lo recibido por M.R., la propina
para la comunión de no sé qué vástago de la señora Mato, o los regalos de tal Piñeiro, que son
muchíiisimos, todo el cotilleo al viento
de la red. Con tanto chismorreo se ha esfumado la lista del Mercadona, he
pillado un cabreo del cinco y clavaría en la cruz a los del listado al grito de
“Meus pecados castigados”.
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