Una nieve tan fina como una loncha de jamón ibérico perfilaba los tejados de la ciudad, en una mañana de sábado con un sol esmirriado. Tan escuálido como el índice de mi subprime, tanto, tanto que no he tenido más remedio que recortar (hemos recortado —cosí fan tutte—) las salidas nocturnas, con un día a la semana vamos sobradas, y esta semana tocó sábado. Este frío que hiela la cabellera es más propio de noche con mantita, chimenea y agenda de contactos…, pero F ha comprado las entadas para Subprime. Al Liceo nos vamos envueltas en pieles del ártico.
Atreverse con estos temas de denuncia política a estas alturas de cómo va la patria es de alto riesgo, corres el peligro quedarte out en un mes; y esto es lo que le ha pasado al señor autor. Subprime no sorprende, ni ironiza, ni escandaliza, ni ná..., es más se han quedado cortos. ¡Niños!, que ya vamos por que el innombrable —en nómina hasta antes de ayer— ha realizado una declaración notarial de donaciones de empresas y pagos para desvelar en caso de que acabar en la trena, las escuchas van camino de remontar el amazonas hasta Iquitos. Subprime se queda corta, enana, hay más imaginería de chantajes, escuchas, corrupciones y restos en el día a día que en esta ficción raquítica. Y con este porte de para esto no pago 20 eurazos, me leo la prensa online más completita de escándalos, y de si lo sé no vengo, volvimos al frío a la hora de Cenicienta. Directas a la fiesta del castillo en busca del príncipe con zapatitos de cristal.
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