Es un domingo pálido, neblinoso, olas de frío se estampan
contra los cristales de la ventana. Las cigüeñas hace horas que han despertado,
su aleteo sobre los tejados revuelve el aire acurrucado en las cornisas de la
Clerecía. Enciendo un cigarrillo y salgo
al balcón, el humo calienta la nariz. Tres caladas y el meñique ya no responde,
a este paso se cuelga el iPad y otro
domingo enterrada. Los árboles de la
calle de las Úrsulas continúan esquilmados, ennegrecidos y silenciosos. Ningún
pájaro canta y yo no soy el cuco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario