Me ha costado un invierno sietemesino,
noches atravesadas en el balcón. Palabras
y gotas a deshoras. Portazos madrugadores. He tenido que tragarme el
paraguas con sal y pimienta, sin adobo. Sufrir una semana de digestión, las
varillas picoteando los pulmones, el puño machacando el útero. Durante semanas
he mitigado el viento con la cabeza
rapada; pero al fin el SOL ha llegado. Tan
solo quedan los gases plomizos por despedirse.
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