Lo que más me gustaba de la Navidad era
el calvo, Clive Arrindell, del anuncio televisivo del sorteo navideño de la lotería; ese tipo elegante y tierno, de ojos transparentes y figura oscura. Aquella mirada envolvente de dulce ilusión y su silencio
seductor me cautivaban. Durante estos últimos ocho años noviembre dejaba de ser noviembre al sentir sus sinceros deseos de suerte unos míseros segundos. Un calvo para un
gordo que trampea y se nos
resiste. Este año no hay calvo. Adiós al anuncio mágico y juguetón. Ahora el color y la tierna infancia se imponen con un spot en plan "ahora toca jugar a la lotería". Una memez.
Ni sé quién eres ni sé cómo llegué hasta aquí. En cualquier caso, soy calvo, aunque, como ya te habrás temido, mucho menos atractivo que el del anuncio. A cambio, yo sí gané le Gordo, hace ya casi diez años. me hizo gracia tu fijación. y me gusta extirpar historias sabrosas. Espero que m torpeza virtual no me impida dejarte mi email por ahí abajo. Un beso y suerte
ResponderEliminarno me temía nada..., querid. es la primera persona que conozco a la que le ha tocado el gordo -qué envidia!-. no me ha dejado el email. un beso y gracias por esa suerte que parece le acompaña.
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