A veces descorro la cortina. Interrogo a las antenas, a los pájaros extraviados, a la veleta del campanario. Ningún mensaje. WhatsApp suena.
— EMMA B (@Emma_B_sa) 8 de junio de 2013
8.6.13
4.6.13
Tengo los pensamientos de mi balcón en días de agonía. Ni los baños de sol y agua pueden hacer nada. El pensamiento naranja arrastra sus tallitos y flores en una última cena inútil, se mantienen con gallardía los pensamientos violetas y naranjas. De aplaudir pero… , sus días están contados, como el coronel lo suyo es la Crónica de una muerte anunciada. Esta noche entre sus flores y hojas, al fresco de la tierra mojada se escondían las mariposas polillas, inquilinas vampíricas, engullidoras de savia moribunda. Ha vuelto la plaga de madame Butterfly.
(Fotografía: Instalación de Carlos Amorales - Black Cloud)
1.6.13
Demasiadas preguntas me han desterrado al congelador. "Era el tipo de pedante que para contestar una pregunta necesita espacio". J D Salinger.
29.5.13
3.5.13
barra libre
La locutora
de radio 5 con voz cantarina como de quien acaba de desayunarse un martini
proclama a los cuatro vientos: “barra libre del crédito. Mario Draghi, el presidente del BCE, anunció que prepara
medidas para reactivar el crédito y prolongó la barra libre de liquidez un año
más, hasta julio de 2014”.
¿Barra
libre? ¿Crédito? El despertador de las grullas comienza sonar y la luz azulada no deja de parpadear. Misombra
aplaude, de un brinco se encarama al cuadro de los pasos perdidos oscuro palio
que vela mis sueños.
¿Barra
libre? Pero…, qué es esto,
el gran capital de bodorrio, tirando de chequera… Me levanto disparada,
abro el armario pensando el modelito en que embutirme para subyugar a un interventor del Popular que me suelte uno de
esos créditos soft para renovar el
vestuario de primavera.
Con el
primer sorbo del café un cuchicheo se instala en el tímpano derecho: Vuelve a la cama. Sueña libre, esconde la
barra, siembra el crédito.
14.4.13
aguas turbulentas
24.3.13
ramos de domingo
Desde la ventana veo el sauce llorón con ramas colgantes tachonadas de pequeñas yemas verdes. El viento las arrastra. Un trago de café y dos magdalenas. El frío en la garganta. Nubes grises de acero estriado. Un chaparrón. Cierzo sin respiro. Sol en cubitos. Inquietud. El vestido planchado, la chaqueta con etiqueta, los pantys negros estirados sobre la cama. Un ramo de olivo en la maceta de los narcisos. Gotas de lluvia en el viento. Las botas bajo la cama. Comida vegetariana para un domingo de ramos. Periódicos en la pantalla: ¡La borriquilla sale en procesión! Qué tranquilidad. Un respirar… Recojo la ropa, cuelgo el ramo de olivo en el balcón. Suena el teléfono. ¿Vienes al cine? Los amantes pasajeros nos esperan. Ya puedo irme al cine.
20.3.13
primavera
Calle del Silencio, 5:50 am, -1 bajo cero. Los besos inesperados en la noche de luna creciente. Sábanas mojadas. Sueños infames.
Plaza de Anaya, 12:02 pm, 11 grados. El recuerdo de tus caricias se esconde bajo el cabello revuelto. Astronómica primavera. El crotoreo ruidoso de las cigüeñas impide escuchar tus deseos. El verde distraído de cipreses derrama el castigo de la conquista fácil.
Calle de las Úrsulas, 22:17 pm, 7 grados. El frío baja del cielo. Las puertas del convento esconden las vírgenes de luto. El placer no viene a cenar.
7.3.13
lluvia, martini y ella
Lo bueno del invierno y las tardes de lluvia: la culturilla que se cruza en los charcos.
“Fue Murdock Pemberton, agente de prensa teatral, quien al enterarse de la pasión del señor Woollcott por los dulces, le había hecho probar las pastas del Algonquin. El señor Woollcott fue quien llevó después a sus amigos al Algonquin, donde se encontraron con el señor Benchley, al que conocían desde antes de las guerra. El señor Blenchey se encargó de presentarles al señor Sherwood y a la señora Parker.
Lo que contemplaron aquellos hombres fue a una mujer pequeñita que llevaba el pelo recogido en una especie de pila en lo alto de la cabeza… Su voz era la de una jovencita bien educada, suave y deferente. Al hablar, tenía la costumbre de posar una manita en el antebrazo del interlocutor, y de mirarlo desde su escasa altura con aquellos ojos enormes, que de inmediato suplicaban su comprensión y le aseguraban que su comprensión era para ella lo más importante del mundo. Llevaba una boa de plumas que se metía siempre en los platos de los demás o se le quemaba con los cigarrillos (alguien dijo que era la única boa que cambiaba de plumas), y esta desafortunada boa, y los lazos de sus zapatos, y el hecho curioso de que la ropa chic y cara que vestía no parecía del todo adecuada para ella, acrecentaba la impresión general que creaba. Era una impresión de inocencia, completamente femenina y completamente indefensa. Era el tipo de mujer que provoca en los hombres el deseo inmediato de tomarla entre sus brazos, de consolarla, de protegerla y de asegurarle que todo saldrá bien.
Todo esto ya era de por sí bastante seductor, pero lo que realmente fascinaba a estos hombres ingeniosos y dicharacheros era que la señora Parker necesitaba tanta protección como un avispero. “
Dorothy Parker. La importancia de vivir. John Keats
Se ha encendido la señal. Comienza el descenso. No hay niebla. 39 º F. El Hudson brilla verdoso. Amanece. Los árboles de Bryant Park recogen las gotas de niebla. Las ratas ya no caminan por Suffolk street. Los puentes se descuelgan. Ruge el camión de la basura, doy media vuelta, me caigo del sofá sobre una copa de martini; sonará el despertador.
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